Este fin de semana dejamos un poco de lado las exploraciones
para estirar las piernas por nuestra querida tierra vecina, Cantabria.
Aprovechando el buen tiempo que pronostican (raro por esas latitudes), cargamos
los petates y nos dirigimos hacia Arredondo, con ánimo de reencontrarnos con viejos
amigos, degustar maravillosas barbacoas, y como no, visitar alguna de las
maravillosas cuevas Cántabras.
Vamos llegando el viernes por la tarde-noche, al olor de la
brasa, y entre cervezas y viejas anécdotas se nos hace tarde. ¡A dormir todos
que mañana toca madrugar!
Sábado 19 de mayo.
Hoy toca la archiconocida travesía entre la sima de Tonio y
la cueva de Cañuela. Después de un desayuno de campeones y planificar un poco
la salida, nos ponemos en marcha sin demasiada prisa, ¡hoy hemos venido a
disfrutar!
Un precioso día nos acompaña durante la aproximación, y enseguida encontramos la pequeña boca de la sima de Tonio, la cual nos acoge con una refrescante corriente de aire. En los primeros pozos, que se suceden uno tras otro, empezamos a entrar en calor, ¡la jornada promete!
Tras un pozo de 48 metros, que dejamos a mitad de altura a través de una ventana equipada con pasamanos, empieza la fiesta. Se terminan los amplios pozos de entrada y nos adentramos en una recorrido de cuerdas fijas la mar de divertido por pozos y escaladas de pequeño calibre, cuyo paso más estrecho, la “diaclasa vertical” hace que nos entre la risa a todos.
La reseña dice textualmente: “un espeleólogo de 90Kg y 1,90m cabe sin problemas”, añadiré: “siempre y cuando no respire demasiado”, porque el paso se las trae.
Tras este recorrido de cuerdas que nos recuerda a un pequeño chikipark para espeleólogos, la cavidad vuelve a abrir sus dimensiones en un bonito pozo de 55 metros que, de nuevo, abandonaremos por una ventana lateral equipada con un pasamanos.
A partir de este punto se suceden varios rapeles hasta llegar
a uno de los puntos mas característicos de la Cavidad: El meandro de la borrasca.
Este estrecho pasaje, llamado así por la fuerte corriente de aire que circula por
él, nos da acceso al ultimo rapel de la sima, un P20 volado que nos deja en lo
alto de un gran caos de bloques.
Al principio, es difícil apreciar la magnitud de la sala donde
nos encontramos, la famosa sala Olivier Guillaume, considerada la segunda mas grande
de la península con una superficie de 26.800 m2, el equivalente a mas de 5
campos de fútbol, pero enseguida empezamos a ser conscientes de nuestra suerte por poder visitar este lugar.
Según descienden los compañeros y se concentra más luz apuntando
a las gigantescas paredes, se empieza a apreciar la inmensidad de la sala. Es un
buen momento para sentarnos a reponer fuerzas, así que arropados por la oscuridad
que nos rodea, disfrutamos del almuerzo ensimismados por el sitio en el que nos
encontramos.
A partir de este punto, ya sobre tierra firme en la cueva
de Cañuela, el paso es mas ligero, y las galerías cada vez mas amplias. Bajamos
el enorme caos siguiendo las marcas que balizan el camino, sin las cuales, sería
sumamente difícil encontrar la salida entre las gigantescas rocas.
Nos adentramos ahora, en las galerías más concrecionadas de
la travesía, la Antesala, la Galería del 10 de agosto y una galería lateral
conocida como la galería de las sierras. Estas galerías, amplias y cómodas, nos
ofrecen un espectáculo de estalactitas en forma de sierra, las cuales no dejan indiferente a nadie.
Tras visitar también la sala donde se ubicaba antiguamente
el vivac y hacernos un millar de fotos en las diferentes galerías, nos ponemos
rumbo a la salida. Atravesamos la galería del patinazo (con caída incluida del
que suscribe) y hacemos una pequeña escalada a la galería del Bulevar, un amplio
conducto que nos deja en un balcón sobre el cañón de entrada de la cueva de
Cañuela. Descendemos el ultimo rapel, y nos apresuramos hacia el gran pasamanos
lateral que protege la cueva de Cañuela de los menos aguerridos.
Domingo 20 de mayo.
Nos levantamos temprano, con un poco de pereza por culpa de
la sidra y las conversaciones nocturnas, pero con ganas. Hoy toca otra mítica travesía,
a la cual le tenemos muchas ganas: Torca la Sima – Cueva de la Gándara.
Nos hemos levantado temprano, porque es domingo, y hay quien
trabaja por la noche, así que sin más preámbulo nos ponemos marcha. Un rápido repaso
a las cuerdas que llevaremos, petates a los coches, y en un santiamén nos
plantamos en la boca de la sima.
El día luce maravilloso hoy también, cosa que se agradece
teniendo en cuenta el pozo de entrada que vamos a bajar hoy. Nada mas y nada
menos que 155 metros de pozo prácticamente vertical con un total de 5 tiradas
de hasta 53 metros de longitud. Un espectáculo para la vista.
Mientras unos instalan, otros se ponen cómodos, la cosa va
para largo.
Las reuniones, perfectamente instaladas gracias a la iniciativa
de la federación cántabra de espeleología, se suceden una tras otra según descendemos.
Parece que el pozo no tiene fin, y cada vez estamos mas lejos del sol.
Unos walkies nos ayudan a coordinar toda la operación, que tal
y como planeamos, completamos en un santiamén. 240 metros de cuerda, e instalamos
y desinstalamos el pozo como quien baja un P50. Ahora bien, el ultimo de tirada
parecía una araña en su descenso, con más cuerdas que la raqueta de Pitt
Sampras.
Tocamos tierra, y lo primero que nos sorprende es que allí arriba
vemos claramente el cielo, a pesar de haber bajado 155 metros. ¡Impresionante!
Nos encontramos entonces en la sala de los espejos, una
bonita sala de altas paredes con unos espejos de falla gigantescos, y
completamente tapizada de bloques caídos del exterior. No quisiéramos estar debajo cuando caiga uno de ellos, así que ponemos pies en polvorosa lo antes posible.
Una cuerda en fijo nos indica el camino a los siguientes
pozos, un P17 y un P44 fraccionado, que nos deja en una bonita sala con mucho
goteo, motivo por el cual, pensamos, se denomina Sala de los flujos. Por último
un P10 en fijo nos desciende a lo que podrían considerarse las galerías de unión
con la cueva de la Gandara, un entramado de estrechos pasos caóticos equipados
en fijo donde es sumamente fácil perderse. Es fácil cogerle cariño a esta zona. El roce con la roca, los enganchones del arnes, las piedras que sueltan sin avisar... hacen de estos pasos un lugar inolvidable.¡Esta es la espeleologia que nos gusta!
Alguna magulladura y algún que otro juramento después, encontramos
por fin el paso clave de la cavidad, un pequeño hueco bajo estalactitas, que
conecta esta ultima zona caotica con una amplia galería de la cueva de la
Gandara y con la galería procedente de la Sala del Angel y la travesia de
Caligrafos (la cual, sin duda, visitaremos mas adelante). Una vez atravesado este
punto, ya podemos respirar tranquilos, lo mas complicado de la cavidad ya esta
hecho, y llevamos buena hora según lo previsto.
Un rato de cómodo paseo por amplios espacios hasta que nos
encontramos con el último escollo de la travesia: El delator. Un largo laminador cuya
altura discurre entre “dejarte las rodillas contra el suelo” y “acabar con los riñones para hacer pure”, y que tras múltiples giros bruscos acabas considerando
como un lugar del cual salir lo mas rápido posible. En su defensa diremos que
en algunos puntos tiene unas formaciones maravillosas, siempre y cuando te queden ganas para mirar al techo.
El delator termina (por fin) en una amplia sala cuyo camino
esta balizado por la federación cántabra. A partir de este momento la cavidad,
sin ninguna dificultad, mantendrá en todo momento las amplias dimensiones y el
suelo balizado, por lo que poco a poco emprendemos la salida.
Atravesamos la famosa vira del oso, un agujero de 49 metros
de profundidad salvado por un pasamanos ingeniosamente colocado, y enfrentamos
la subida del último tramo: Una pendiente de rocas ascendente hasta el punto
mas alto de la galería, la estrecha salida de la gándara, conocida comúnmente como
“el pinchazo”.
Una vez mas, nos despedimos de esta maravillosa tierra, pero no con un adiós, sino con un ¡Hasta pronto!
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